Tendría unos diecinueve cuando asistí a una conferencia que dio Henry Rollins en la universidad. Había oído a Rollins cuando cantaba en Black Flag, aunque nunca he sido fan del hardcore ( excepto Sick of it All, pero eso es por otras razones), pero precisamente por eso, porque nunca me ha gustado el hardcore, cada vez que oía algo de Black Flag en la tele o en el stereo de algún amigo ( en el trienio 1991-1993,cuando todo el mundo en La Paz parecía haberse ido a dormir escuchando pop y hubiese despertado con greñas y escuchando trash ) reconocía algo profundo y potente que se abría paso entrelos gritos, los aullidos y los insultos. Algo inteligente, algo interesante. Algo que se quedaba contigo y que te decía cosas que nunca habías oído con anterioridad y que nunca te habrías esperado ! de una banda de hard core!.
Asi que me senté en el anfiteatro con la curiosidad y la arrogancia típicas de la juventud, rodeado de chicos duros con inquietudes literarias y / o musicales que se consideraban los Bukowskis, Kerouacs, Hemingways, Bourroughses y ¿porqué no decirlo? Los futuros Henry Rollins de la generación X, contemplándolos con elegante desprecio desde mi uniforme de lobo estepario que no me quitaba ni para dormir.
En esos días yo pensaba que el amor era una enfermedad estúpida, fumaba un paquete al día cuando no más, no podía ir sin gabardina y Doc Martens por la vida, y al margen de mis ambiciones literarias, mis únicos intereses eran el verme todas las películas independientes, serie B y serie Z que pudiera ver, leerme todos los libros y cómics que cayeran en mis manos, dar larguísimos paseos en la vespa por Albuquerque y sacarle chispas a la cama de mi novia por lo menos una vez al día y otra por la noche. En el fondo era un niño bueno que jugaba a ser John Constantine, pero al que cualquier ladrido, por pequeño que fuese, lo dejaba temblando en un rincón. Supongo que esa fue la razón por la que fui a ver a Henry Rollins. Algo me decía que si yo era demasiado "cool" para escuchar la voz de la razón, quizás no me vendría mal escuchar la voz de la experiencia.
Cuando Rollins subió al escenario, todo el mundo se encogió de terror, y de repente mi pequeño disfraz de pseudo escritor me pareció ridículo y estrafalario. Y es que ese tío da miedo. ¿Para qué voy a mentir? Cuadrado como un armario, con una mirada de “no te pases de listo conmigo” y músculos gruesos como cables de alta tensión, Rollins empezó a hablar con la seguridad de un gladiador en la arena y la audiencia empezó a beber sus palabras y a moverse a su ritmo. Era imposible resistirse a la energía de ese hombre, respirar junto a él, seguir sus movimientos como si fuésemos serpientes siguiendo el movimiento de una flauta invisible.
Asi que me senté en el anfiteatro con la curiosidad y la arrogancia típicas de la juventud, rodeado de chicos duros con inquietudes literarias y / o musicales que se consideraban los Bukowskis, Kerouacs, Hemingways, Bourroughses y ¿porqué no decirlo? Los futuros Henry Rollins de la generación X, contemplándolos con elegante desprecio desde mi uniforme de lobo estepario que no me quitaba ni para dormir.
En esos días yo pensaba que el amor era una enfermedad estúpida, fumaba un paquete al día cuando no más, no podía ir sin gabardina y Doc Martens por la vida, y al margen de mis ambiciones literarias, mis únicos intereses eran el verme todas las películas independientes, serie B y serie Z que pudiera ver, leerme todos los libros y cómics que cayeran en mis manos, dar larguísimos paseos en la vespa por Albuquerque y sacarle chispas a la cama de mi novia por lo menos una vez al día y otra por la noche. En el fondo era un niño bueno que jugaba a ser John Constantine, pero al que cualquier ladrido, por pequeño que fuese, lo dejaba temblando en un rincón. Supongo que esa fue la razón por la que fui a ver a Henry Rollins. Algo me decía que si yo era demasiado "cool" para escuchar la voz de la razón, quizás no me vendría mal escuchar la voz de la experiencia.
Cuando Rollins subió al escenario, todo el mundo se encogió de terror, y de repente mi pequeño disfraz de pseudo escritor me pareció ridículo y estrafalario. Y es que ese tío da miedo. ¿Para qué voy a mentir? Cuadrado como un armario, con una mirada de “no te pases de listo conmigo” y músculos gruesos como cables de alta tensión, Rollins empezó a hablar con la seguridad de un gladiador en la arena y la audiencia empezó a beber sus palabras y a moverse a su ritmo. Era imposible resistirse a la energía de ese hombre, respirar junto a él, seguir sus movimientos como si fuésemos serpientes siguiendo el movimiento de una flauta invisible.
En cierto momento, Rollins nos preguntó:
-¿Cuántos hay aquí que escriben?
Levantamos las manos con seguridad, con chulería. Que Rollins supiera que ahí también había escritores como él, y que no teníamos miedo de admitirlo.
-¿Cuántos hay aquí que escriben?
Levantamos las manos con seguridad, con chulería. Que Rollins supiera que ahí también había escritores como él, y que no teníamos miedo de admitirlo.
-¿Cuántos quieren ver su trabajo publicado?
Volvimos a levantar las manos, esta vez un poco avergonzados. Si queríamos ser publicados, eso quería decir que todavía no lo habíamos sido. Quizás en un fanzine, quizás en el periódico estudiantil. Pero nadie se ganaba la vida escribiendo. Rollins sí.
-Repito. ¿Cuántos aquí quieren publicar?
Levantamos las manos una vez más. En silencio. En serio.
Entonces Henry Rollins se cruzó de brazos y preguntó:
-¿Entonces qué coño hacéis aquí en lugar de estar en casa escribiendo?
Nada más que añadir. Salvo que no estoy trabajando en mi novela tanto como debería.
-¿Entonces qué coño hacéis aquí en lugar de estar en casa escribiendo?
Nada más que añadir. Salvo que no estoy trabajando en mi novela tanto como debería.
1 comentario:
Andrés:
Gran lección de Henry Rollins...¿qué coño haces que no estas dibujando el comic?
A mi me tomó casi 20 años realizar mi libro de uniformes, pero lo hice y ahora estoy haciendo otro para publicarlo en inglés.
Como dicen por ahí "querer es poder".
Patricio Greve.
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