lunes, 25 de febrero de 2008

AL FIN UN DIBUJO NUEVO


Bueno, en realidad, la maquetación final de un par de dibujos que subí hace tiempo.
Estos son dibujos que hice en una sola hoja, formato DINA 4, cuando la casi totalidad del segundo fascículo está hecho en DINA 3. Los metí en el photoshop y los junté a la mala en una plantilla.

La secuencia representa escenas en el campamento aliado durante las últimas horas del primero de Noviembre de 1879, cuando todo el mundo se prepara para el día siguiente, sin sospechar que ese día traería consigo un infierno a partir de las siete de la mañana.

Hoy me hacía falta dar un paseo. Me he paseado por el Barrio Gótico. He ido por la Catedral, por la Plaza de Sant Felip Neri, por las calles de piedra del antiguo barrio judío y por la plaza del Rei. Llovía serenamente y no había mucha gente por las calles.

Ha sido lo más relajante del mundo, y qué falta me hacía relajarme, porque aunque este mes y el mes que viene estoy monetariamente en buena situación, a menos que me llegue algo muy bueno la próxima semana, Abril pinta difícil, y no estaría de más pensar en conseguir un empleo a media jornada si las cosas no se mueven pronto. En fin, estas cosas pasan cuando eres independiente. Y de repente te ves inundado de trabajo cuando has perdido todas las esperanzas.

Después me pasé por un par de tiendas de cómics y como siempre suele suceder, cada cómic que me gustaba me hacía pensar en lo mal que dibujo, lo mal que pinto, lo mal que maqueto y lo poco que vendo. Dentro de poco terminaré por evitarlas. Huelga decir que no me compré nada.

Pero al pasar por un estanco en la Rambla me compré una de Ralph Koenig para hojear de camino a casa en el tren.

Es mi primer día de antibióticos, y puedo sentir sus mortíferos efectos. Es magnífico sentir cómo cambia tu química interna. Hablando de lo cual, me encantaría fumarme un porro uno de estos días. Pero dejé de fumar hace tres años, es la mejor decisión que he tomado en mi puta vida, y pienso mantenerla hasta el día que me muera. Afortunadamente los cannabinoides también se pueden comer.

En fin, a ver qué les parece la página.

sábado, 23 de febrero de 2008

DORIAN GRAY, IBUPROFENO Y REFUGIO ANTIAEREO


Estos últimos días me los he pasado con el típico tercer resfrío de invierno, y es que no pasa un año sin que me enferme, me cure, recaiga y vuelta a empezar.

Por eso he vuelto a mirar las cajas de Ibuprofeno 600 con la misma expresión en el rostro que si fueran cajas de bombones.

Pisagua avanza a pasos agigantados, el dinero para el mes que viene está asegurado, pero si no recibo un encargo importante en Marzo, mucho me temo que Abril será época de vacas flacas.
Espero que no sea así.

Estoy leyendo una vez más "El retrato de Dorian Gray". Lo leí cuando tendría quince años, en una edición que me regaló mi madre, se lo presté a un amigo mío que se quedó impactado por él, y pasó de mano en mano aunque siempre regresó a mí. Llevo diecisiete años con ese libro. Empecé picoteándolo un poco, y ahora no puedo soltarlo.

Hoy salí a pasear con mi hijo y caí en cuenta de que hará un mes o algo así, había reservado turno para visitar el refugio antiaéreo de la Plaza del Diamant. Así que a las doce, me subí a Gabriel a los hombros, y me encaminé a la plaza.

El grupo que se acercó a las puertas del refugio ( que desgraciadamente por fuera parece un lavabo público), era un grupo jubilados , abuelas varias, un matrimonio cincuentón con la hija veinteañera de piercing en boca y kufiya al cuello, y el infaltable estudiante de arquitectura con una camarita digital que por lo visto está en todos lados.
En fin...

Bajamos doce metros a un refugio increíblemente bien construído por comités vecinales que excavaron y acondicionaron esos túneles en sus momentos libres. Una labor impresionante, con lechos excavados en la pared para acomodar a los enfermos, y largos asientos donde se sentarían cientos de personas, en silencio, con los ojos cerrados, escuchando cómo llovían las bombas afuera.

Caminando por los túneles, con mi hijo de la mano, no pude imaginarme cómo habría sido ese lugar durante un bombardeo, con bebés y niños gritando de terror, madres y abuelas angustiadas por sus hijos, maridos o nietos en el frente, toses y gemidos de enfermos, sudor, hambre, letrinas abiertas y miedo, el ulular de sirenas y el ruido de las bombas, en lugar de caminar en un cómodo grupo de quince personas que habíamos reservado nuestro turno con antelación, y seguíamos a una guía que nos comentaba los pormenores del lugar con magnífica eficiencia.

Llegado un momento, nos sentamos todos, y en ese instante me dí cuenta de cómo tuvieron que ser las cosas. Gabriel se sentó a mi lado, y después se alejó y se sentó en otro lugar. En ese instante empezó a sentir miedo. Pude ver cómo se dió cuenta de que ese lugartenía vibraciones nada fáciles de explicar, así que lo cogí en brazos y lo abracé hasta que se calmó. Gabriel es extraño. Siente cosas que no todo el mundo puede sentir. Quizás no fué buena idea ir con él, pero tampoco tenía planeado hacerlo así.

Salimos poco después a la calle, al sol, a la mañana del sábado, y todo el mundo se dispersó.
Me llevé a Gabriel al Bar del Centro Social "La Violeta" a tomar Cacaolat y jugar al futbolín.
Era una mañana preciosa, comimos patatas al ali oli, me bebí dos estrellas Galicia, Gabriel jugó con la hija de la dependienta y con un niño llamado Daniel, cogió las tizas del billar y se pintó los dedos y después nos fuimos a casa a dormir la siesta.
Hoy fue un buen día.

miércoles, 20 de febrero de 2008

NOVEDADES


Tengo una muela nueva.

Es el segundo premolar de la derecha. Premolar que ha recibido un tratamiento de canales, ha visto aniquilados sus nervios, ha sido vaciado y provisionalmente empastado en dos ocasiones, para ser vaciado por tercera vez y después rellenado de una sustancia blanca y brillante, que engaña a la vista y me hace parecer el dichoso poseedor de una muela de leche después de tantas y tan intensas sesiones de horrendo dolor y abyecto placer.

Debo admitir que, después de mi cuarta visita al dentista este mes, empiezo a comprender un poco el fetichismo sexual asociado a los espacios clínicos , y ello no se debe a que dos de los cuatro dentistas que trabajan en la clínica dental donde voy sean mujeres ( y muy guapas por cierto), sino a varias razones que paso a enumerar:

Primero, el ambiente de radiante limpieza y blancura que hace que te sientas seguro y cómodo ni bien entras y te colocas en el sillón.

Dos, el sillón del dentista. Yo no sé porqué no los comercializan como sofás o como camas, ya que no existe nada más cómodo que echarse en uno y apoyar la cabeza.

Tres, el abandonarse a otras manos, el sentir que te hablan en voz baja y te explican con calma lo que piensan hacer. En más de una ocasión he estado a punto de dormirme por las habilidades de mi dentista para tranquilizar a sus pacientes.

Cuatro, la anestesia. Ese vacío de sensaciones. Ese desaparecer de la conciencia. Esa tranquilidad falsa que no se va a la media hora, ni a la hora pasada. A veces creo que iría al dentista una vez al mes, sólo para que me anestesiara.

Cinco, y esta es la parte más retorcida: El ponerte en manos de alguien que te puede hacer mucho, muchísimo daño, y que sin embargo no te lo hará. El sentir que no tienes elección ni defensa posible, y el adivinar con el tacto y no con las sensaciones, que te están manipulando, perforando, taladrando y finalmente reparando como si fueras un muro defectuoso.

Esto unido a las celestiales batas blancas del personal, a la música ordinaria de todos los días que uno no se toma la molestia de escuchar y que sin embargo en esos momentos adquiere una importancia repentina gracias al efecto dopante de la anestesia: al tacto nada desagradable de los guantes de látex contra tu piel y a los ojos color de lince de mi dentista, hacen que todo el dinero que me he gastado en mi nueva muela haya valido la pena.

Creo que en el fondo soy un poco masoquista. Como todo el mundo, vamos.

sábado, 9 de febrero de 2008

NAUSICAA


"Ignoro si eres diosa o mortal criatura. Pero si acaso habitas los valles terrenos. Que tu padre y tu madre juntos sean benditos. Y benditos sean también tus hermanos."

( Homero; La Odisea)

Cada vez que veo a la Nausicaa de Miyazaki, vienen a mi mente estos versos.

Esta obra maestra del anime, (que según parece, tardó mucho tiempo en ver la luz), salió al mercado a mediados de los ochenta, pero nunca pude verla por completo por diversas razones.

Finalmente esta tarde, y gracias a esa maravilla llamada You Tube, hoy mi hijo de tres años y yo pudimos ver la película casi completa ( le falta una escena) en 12 segmentos de nueve minutos cada uno.

No cabe duda de que Hayao Miyazaki ha sido el mayor referente de mi generación en cuanto a ética concierne ( mucho más que Michael Landon, que ya es mucho decir), ya que desde que era un niño que sonreía con Heidi y lloraba con Marco, hasta las lágrimas de emoción y placer que vertí con El Viaje de Chihiro a mis treinta y un años de edad, las historias de Miyazaki siempre me han estrujado el corazón y llegado al tuétano con muy contadas excepciones.

Afortunadamente, tengo muchos otros referentes, y no soy obsesivo en cuanto al manga. En realidad, los Otakus occidentales me parecen seres ridículos y patéticos, y me repugna el ver cómo diversos autores y editores se apuntan al hentai por razones de mercado.

De igual manera, no está de más reconocer que Miyazaki tiene tres o cuatro obsesiones que a veces resultan predecibles: Los aviones y la aviación ( según tengo entendido, el padre de Miyazaki construía aviones), la guerra y la destrucción enfrentadas a la niñez y la inocencia
( Miyazaki vivió la Segunda Guerra Mundial cuando era un niño) , la ecología, las avalanchas de insectos, jabalíes o los chorreantes e hirvientes humores negros y pestilentes que se derriten y colapsan sobre la humanidad y sus mezquindades.

Pero si hay algo que siempre me ha enamorado de Miyazaki, son sus bandas sonoras y sus personajes protagonistas. Y en cuanto a Nausicaa, pues bueno...

Aunque la comparación resulte insólita, Nausicaa es como Betty Blue: Es la chica con la que todos hemos soñado y con la que todos soñaremos siempre. Pero Nausicaa es todavía mejor, porque es perfecta.

Es bella, ágil, valiente, audaz, inteligente, andrógina, dulce, apasionada. Con un corazón tan grande como el universo, y siempre ha logrado enamorarme, no importa cuántas veces me la haya leído.

Esta noche soñaré con ella. Y creo que mi hijo también.

martes, 5 de febrero de 2008

BUSCANDO EN EL BAUL DE LOS RECUERDOS


Yo tendría unos veintidós años.

Era una noche de invierno en Albuquerque. No hacía mucho frío , porque esa tarde había nevado, y yo regresaba a casa después de clase, con los libros bajo el brazo.

Sibylle y yo vivíamos en una pequeña casa estilo bungalow en el "studenth guetto" de Albuquerque, exactamente frente a la universidad.

Al llegar a la esquina, me encontré con un chicano de unos dieciséis años que me dijo al pasar "whats´up bro?" ( ¿Qué pasa hermano?), y yo le respondí con un "Buenas noches" ocasional.

En ese momento, el chico se dió la vuelta e intentó darme un golpe girando sobre sí mismo. Yo me agaché y su puño pasó rozando mi cabeza.

Al principio pensé que era una broma, así que seguí caminando. Pero a los dos pasos, lo que el chico acababa de hacer me pareció tan extraño que me detuve, y a contraluz ví su silueta mover las manos como diciéndome "Venga, ¿a qué esperas?"

En ese momento apareció un coche y me encandiló, y del coche salieron dos amigos suyos, mientras un tercero se quedaba en el coche, con el motor en marcha.

Uno de sus amigos se acercó a mí, moviéndose como un boxeador, preparándose para comenzar el entrenamiento. Mientras tanto yo, encandilado por los faros, y todavía sin comprender del todo qué estaba pasando, sólo acerté a pensar que:

a.- Se habían equivocado de tío y yo pagaría por los pecados de otro.
b.-Esto era alguna estúpida iniciación en alguna estúpida pandilla, y yo iba a pagar el pato por una estúpida casualidad.
c.-Que si echaba a correr ( mi casa quedaba a cien metros), se me iban a echar encima.
d.- Que si les hacía frente, ese sería mi funeral.

Así que levanté los brazos ( En una de las manos , todavía tenía los libros), y les grité en inglés,
(y bastante enfadado para alguien en mi situación):

-What´s going on here? I don´t want to fight! (¿Qué está pasando aquí? No quiero pelear)

Creo que eso calmó un poco al muchacho que tenía enfrente y se me venía encima, porque me miró dos o tres larguísimos segundos, con esa chulería que tienen los adolescentes que se creen más duros de lo que son en realidad, flanqueado por sus compinches, y protegido por las luces del coche de su amigo, que me impedían reconocer sus rasgos con exactitud....

Y me lanzó un contundente gancho izquierdo directamente al pómulo. Un golpe fortísimo que sin embargo no me derribó. Mis gafas saltaron y fueron a parar vaya uno a saber dónde. El pómulo se me abrió como una sandía y por un momento, lo olvidé todo. Dónde estaba, quién era, y lo que estaba pasando.

Y tres larguísimos segundos después, el que me había pegado dió tres pasos atrás y me preguntó en inglés:

- So what? Did you pee in your pants ? ( ¿Qué? ¿Te has meado encima?)

Acto seguido, se subieron al coche y se fueron.

Entonces, el miedo se apoderó de mí, y caminé esos cien metros, que se me hicieron eternos, sin terminar de darme cuenta de lo que me había pasado,temblando de pies a cabeza, transformado en un odre de adrenalina.

Una vez en casa, Sibylle me preguntó cómo me había ido. Yo me ví el pómulo herido en el espejo y le conté lo que me había pasado. Recordé que había perdido las gafas en la nieve, pero no tenía ni la menor gana de regresar a ese lugar, y terminamos yendo juntos a buscar mis gafas en mitad de la noche. No estaban rotas, y en la esquina desierta nadie había visto nada. No era más que otra noche de invierno en Albuquerque. La tienda de fotocopias de la esquina estaba abierta, el restaurante mexicano también, a lo lejos brillaban las luces del cine, y la nieve lo convertía todo en una estampa de navidad.


Pero a partir de ese día, no volví a ser el mismo. Y me pasé un año y medio o más en alerta roja. Nervioso, con miedo hasta de mi sombra. Huelga decir que dejé de salir por las noches. Esos fueron días difíciles.

Incluso a día de hoy, he aprendido a caminar con una precaución que no tenía antes de esa noche. Y eso que sólo recibí un puñetazo, que no me robaron nada, no me sacaron una navaja, no me dieron una paliza. En otras palabras: Esa noche yo tuve mucha, muchísima suerte.

Un mes después , para no correr más riesgos, me compré un scooter. un Honda Elite 150 de 1985, que compré al contado y que me llevé a casa sin haber jamás aprendido a conducir.

Es un milagro que no me haya matado en el trayecto a casa, pues conduje como unos veinte minutos, adivinando la dirección, y sin fijarme en ningún semáforo ni nada. Sólo recuerdo que en cierto momento me encontré atravesando Central Avenue ( el trayecto de la ruta 66 que atraviesa Albuquerde) , flanqueado por dos camiones enormes, en el carril equivocado y a vaya uno a saber qué velocidad.

Y, oblviamente, terminé pegando un patinazo en una esquina. No pude llegar sin percances a casa, como un verdadero macho, y tuve que empujar el cacharro los últimos cincuenta metros.

Sibylle no estaba en casa, pero cuando llegó no se pudo creer que tuviésemos un scooter.
Pero ahí estaba. Es el de la imagen. Una monada de dos asientos, rojo oscuro, bastante potente, totalmente eléctrico, que incluso tenía radio y todo.

Y durante los dos años que siguieron, ese scooter nos llevó a un montón de lugares antes de que terminásemos la universidad. Todavía recuerdo lo bien que me sentía yo cuando Sibylle me vení a recoger del trabajo en el scooter, y todo el mundo me veía subiéndome al asiento de atrás con mi húngara despampanante para irnos por ahí.

Vendí el scooter por más o menos lo que había pagado por él. Pero todavía tengo la matrícula conmigo por algún lado.

lunes, 4 de febrero de 2008

TERREMOTO EN ALTO HOSPICIO


Me acabo de enterar que hubo un terremoto de 6.6 en la localidad de Alto Hospicio. Afortunadamente no hubieron víctimas, hasta donde me han contado.
En Alto Hospicio, se encontraba el campamento de los batallones bolivianos "Victoria" e "Independencia", destinados a la defensa de Pisagua.
Bueno, campamento es un decir, porque no tenían tiendas de campaña y sólo contaban con una frazada para dormir en un agujero hecho en la arena.


Según las crónicas de Estanislao del Canto, alrededor del campamento se habían instalado tenderetes con chiwiñas ( parasoles cuadrados) multicolores que vendían tabaco, cerveza, comida,etc. Ese es el lugar donde Rafael Torreblanca hizo ondear la bandera Chilena de un poste de telégrafo, cuando el desembarco hubo terminado y los defensores de Pisagua huían despavoridos.

Hoy visité dos estudios y hablé con tres estudios más por la mañana. Todos ellos ya tienen traductores, asi que por el momento nada. Sin embargo recibí un encargo de cuatro películas de mi estudio de siempre, y ya vendrán algunas más de mi segundo cliente.

En resumen, las cosas van bien, pero podrían ir mucho mejor.

No me faltó trabajo en Enero, y ahora que empezamos Febrero, acabo de recibir cuatro películas para traducir. Además, me estoy moviendo, y buscando cosas nuevas, y siento que las cosas también se están moviendo. Es un alivio monumental, comparado con el estancamiento que me asfixiaba cuando trabajaba en el estudio.

Sin embargo, ( y esto es lo más gracioso) cuando me encontraba estancado laboralmente, este blog era mucho más interesante y estaba mejor escrito. Estoy seguro de que la calidad de mis entradas ha disminuído desde principios de año. Y eso es algo que me preocupa y me averguenza.

El problema es que me paso los días buscando trabajo, y me paso las noches dibujando, y no tengo mucho tiempo para escribir en el blog.

Me estoy leyendo "Kafka on the Shore" de Haruki Murakami. Mi cuñada le mandó el libro a Sibylle, y yo se lo birlé. Es un libro que se deja leer, que pasa suavemente, que penetra con lentitud, como una loción para la piel, como un helado de vainilla. Eso no quiere decir que no tenga fuerza, que la tiene, pero lo que tiene es esta serenidad que tanto envidio en muchos orientales, porque si hay algo que me falta en este mundo es serenidad.

domingo, 3 de febrero de 2008

LA HORA DEL LOBO


Es Domingo, ha llovido toda la tarde, y es la hora del lobo.

Pero no me siento triste, ni nervioso, ni violento ni deprimido.

Antes sí. Antes esta hora me mataba, porque venía a visitarme como un heraldo de la rutina que me esperaba al día siguiente.

Pero de un tiempo a esta parte ya no hay rutina. O quizás la rutina se ha convertido en algo distinto a lo de antes.

Ahora dedico el tiempo y energía que antes dedicaba a escribir este blog a buscar trabajo por todas partes.

Mañana tengo dos entrevistas y me ha salido algo que podría ser interesante, pero he aprendido a ser cauto, asi que hasta que las cosas cuajen no podré decir que me ha salido nada.

Y las cosas todavía no han cuajado del todo.

Si no me sale nada hasta fin de mes, tendré que servir mesas o algo así. No puedo regresar al estudio, porque ya no hay estudio. Eso significa que este momento venía predestinado. Mañana es, una vez más, la primera semana del resto de mi vida. A ver si las cosas salen bien.

Algo me dice que saldrán bien.

Es extraño sentirse optimista un domingo de lluvia a las siete de la tarde.