Como podéis ver, he cambiado el color del fondo, ya no es negro sino color api. Api sin buñuelos por desgracia.
Nunca me gustó el api. Demasiado amargo. Lo único que me gusta del api es el color. Los buñuelos con miel si que me gustan, y los maizillos, y las salteñas, y las tucumanas, y los sandwiches de chola y las horribles mezclas etílicas que solíamos hacíamos hacer con una botella de singani, una de sprite y dos bolsas de plástico. Sí hermanos y hermanas, yo viví los oscuros tiempos "pre-balde", cuando se bebía con las manos pegajosas y la mezcla salía tibia y con sabor a manos sudadas.
Pero ¿porqué empiezo a hablar de temas históricos?
Porque me falta poco más de un mes para ir de visita a La Paz después de casi cuatro años de ausencia. Mi abuela conocerá a mi hijo y yo podré regresar a tantos lugares que ya no sé ni por donde empezar.
Quiero volver al Montículo a saludar al Neptuno y a la Plaza Murillo, y la Armentia a comprar soldados de plomo en "Don Justo". Quiero pasear por San Francisco, y subir la cuesta hasta el mercado de las brujas. Quiero darme una vuelta por el mercado negro, y bajar de la Pérez al Prado y sentir el sol de La Paz calentándome como una plancha, y subir a la Plaza San Pedro y después al mercado Rodríguez y caminar hasta la calle donde venden los sombreros, y visitar la nueva Cinemateca. Quiero regresar al Museo Costumbrista, y al Museo del Litoral, y bajar por la Jaén hasta la Indaburu ( con "u") , y mirar las montañas y los cerros omnipresentes en esa ciudad donde el horizonte siempre tiene una montaña de por medio. E irme a las ánimas y a la Muela del Diablo para ver cómo las estrellas se encienden desde abajo y no desde arriba cuando cae la noche sobre la ciudad.
Quiero comer fricasé, y chicharrón, y beber una Huari más fría que el olvido para que me duela la nariz, y pijchear en el bocaisapo y ver si hay algo en el Teatro Municipal, y ver El Chavo del Ocho por la tele, comer pasank´allas hasta que sea pecado y practicar contorsionismo dentro del minibús.
Quiero ir a comer trucha al lago, tomar helados Frigo, alimentar palomas en la Plaza Murillo, entrar al Museo Nacional de Arte ( el de la barricada) y asistir a un cambio de guardia a las puertas del Palacio Quemado. Quiero llevar a Gabriel al Laikakota y al K´usillo, y volver a visitar el Monoblok de la UMSA donde estudiábamos con el embriagador aroma de los gases lacrimógenos colándose por las ventanas. Y los cafés de chinos y el obelisco donde la estatua del soldado desconocido es otra vez la estatua "del borracho".
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