lunes, 8 de octubre de 2007

EL HOMBRE ES SOLO UN PUENTE...


EL HOMBRE ES SOLO UN PUENTE ENTRE EL AMOR Y LA MUERTE.
La vida en mi barrio se rige por la rutina. Mi trabajo se rige por la rutina. La gente que conozco se rige por la rutina. A veces parecería que este país se rige por la rutina. Porque la rutina es la seguridad, la rutina son las caras conocidas, la rutina es el camarero que sabe lo que le vas a pedir antes de que se lo pidas, el tentempié a las doce en el mismo mini-market paquistaní de siempre, los almuerzos dominicales con la familia, el saber que tu vida rueda dentro de su correspondiente carril, y que puede seguir rodando en ese carril por y para siempre, hasta que la muerte nos separe.


Y yo, que aborrezco cualquier tipo de rutina, termino siendo un elemento molesto dentro de mi oficina, a veces deliberadamente, a veces no. Soy el que único que tiene que tomar medio día libre para presentar un documento en la oficina de extranjería. El que tiene que ausentarse una mañana para ir a hacer la declaración de la renta. El que tiene que irse temprano porque mi mujer ha viajado a Londres para presentar su tesis de doctorado y no tenemos abuelos o primos o parientes que cuiden de nuestro hijo. Soy un garabato en un papel cuadriculado. Soy la nota falsa, la piedra disfrazada de guisante, la oveja negra. El tío raro al que no despiden porque yo también formo parte de la rutina de la empresa. Porque romper la rutina es sacudir la realidad, redibujar esquemas con desiguales brochazos, ponerle las cosas difíciles a los demás, obligarlos a improvisar, a usar la imaginación, a poner a prueba su capacidad de raciocinio.


Porque el tener una vida propia es pecado. No me extraña que España haya pasado de una dictadura de izquierdas a una dictadura de derechas. A veces me siento como el anarquista atrincherado que reniega de cualquier totalitarismo. Como Orwell cuando llegó a Barcelona dispuesto a defender la revolución, y acabó siendo perseguido por ella.


Sin embargo, yo también tengo mis pequeñas rutinas. Y una de ellas es leer mi horóscopo por curiosidad cada vez que me tomo el desayuno en el bar de siempre. Según mi horóscopo, esta semana es buena para el romance. No sería mala idea recortar lo que dice y pegarlo en el refrigerador para que lo lea mi mujer esta tarde al volver del trabajo. Porque no importa cuánto aborrezcas la rutina, ésta siempre logra colarse en tu vida, por lo menos en un frente. Y el frente doméstico, y en especial el frente matrimonial es el peor de todos. Incluso peor que el laboral.
Recuerdo que había un boliche en La Paz que se llamaba “Ave Sol”, donde pasé miles de sábados por la noche entre mis dieciocho y mis veinte años, donde me levanté mis primeras borracheras, me llevé a dos o tres novias, leí mis primeros poemas ( algunos muy buenos , no se crean), y conocí a mis mejores amigos. El lavabo de este lugar tenía un atractivo especial, y era que en lugar de los graffitis de baño público que todos nos conocemos, las paredes de este lavabo estaban cubiertas de poemas, aforismos, incluso relatos breves. Y uno de ellos decía.
“ El hombre es sólo un puente entre el amor y la muerte.”


Al margen de la evidente influencia Freudiana que se esconde detrás de tan rotunda aseveración, el mensaje tiene una fuerza innegable, ya que amor y muerte constituyen los pilares de la religión judeo cristiana, la tragedia clásica y la retórica popular.
Amar a muerte. Morir de amor. En Pisagua hay mucho de eso. Y no sólo en mi cómic, sino en la historia verdadera. Un buen ejemplo del caso es Rafael Torreblanca, el oficial poeta del Atacama que izó la bandera chilena en suelo peruano y ascendió la cuesta cubierta de cadáveres con una espada en la mano, y un poema de amor en el bolsillo.


Ahí va la imagen de Rafael Torreblanca. Como poeta no estaba mal. Demasiado correcto y pulcro para mi gusto. Para estas cosas hay que ser más bruto. Como los mexicanos en sus corridos.


“Dicen que por tus amores,
La vida me han de quitar,
No le hace que sean muy diablos,
Yo también me sé pelear”


“Valentina, valentina
Rendido estoy a tus pies.
Si me han de matar mañana,
Que me maten de una vez”

Hay maneras de romper con la rutina. La mejor de todas es escribir en tu blog y fingir que estás trabajando. Y si me han de despedir mañana, que me despidan de una vez.

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