El 2 de Noviembre de 1879, Pisagua fue el centro del universo. Por eso me encuentro viviendo cada segundo con la extraña intensidad que precede a todo acontecimiento fulminantemente magno. El cielo tiene el color del lomo de una paloma y el aire es frío y cortante, como las aguas del Pacífico.
Mañana, las almas de los niños visitarán a los vivos. En ese día, 1 de Noviembre, transcurre la práctica totalidad del segundo acto de Pisagua; el Manchay Puito lee su propia muerte en las hojas de coca, el general peruano Juan Buendía visita el puerto de Pisagua, Isaac Recabarren enciende una vela por el alma del hijo que jamás llegó a conocer, y mi joven capitán sin nombre se da cuenta por primera vez de lo azul que puede llegar a ser el mar.
Mañana será un día de calma, silencio y de recogimiento. Un día de pensar por lo bajo y sentir los susurros del otro mundo haciendo temblar la piel del silencio. Mañana será un día reservado para ellos.
Mañana será un día de calma. La calma que precede a la tormenta.
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