Vivir en La Paz es ser experto en barricadas.
Barricadas estudiantiles, barricadas universitarias barricadas policiales, barricadas gremiales, barricadas sindicales, barricadas neutrales.
Barricadas de garrafas de gas, barricadas de piedras, de adoquines, de cajas de verduras, de neumáticos quemados, calaminas oxidadas, de maderas con la pintura descascarada. Barricadas de toda la vida, que los heladeros ignoran y que fotografían los turistas.
Barricadas que han caído en el quicio de tu puerta, en la esquina de tu calle, en la calle de tu colegio, en mitad de tu vida.
Barricadas que terminan por aburrirte, a fuerza de tener que atravesarlas para continuar con tu rutina.
Barricadas sin gloria ni poesía. Barricadas naidas del tedio y la desesperación. Barricadas dormidas. Barricadas frescas, barricadas abandonadas que volverán a nacer a la hora de las piedras , los gases y las multitudes enardecidas.
Barricadas que resurgen del pasado.
Barricadas nuestras de cada día.
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