domingo, 29 de junio de 2008

CALOR LOVECRAFTIANO


Julio y el aire hierve.

Las golondrinas chillan en lo alto, en nubes de alitas negras que no se están quietas.

Ducharse es un ritual de consuelo, y una corta oración de agradecimiento recorre mi espíritu al primer chorro de agua fría que me baja por la cabeza.

Salir a la calle da miedo, y escapo del sol como un vampiro, saltando de sombra en sombra, con un perpetuo traje de sudor pegado al cuerpo.

Soy un ente extraño que cuenta los días hasta Agosto.

Vivo descamisado y de balcón en balcón.

Suspiro de alivio cuando cae la noche y me cuesta despertar.

Siestas más que profundas, pobladas de intensos y extraños sueños.

Vida onírica duplicada.

He aprendido a memorizar mi propio olor.

A sentir mi piel como si fuera un ente extraño.

Fuegos artificiales, ruidos nocturnos, rescoldos de San Juan.

Guardo el agua como un tesoro. Lleno media botella pequeña de agua y la pongo a congelar.
Dos horas después, lleno la otra mitad con agua normal. Le doy un buen gole contra el mostrador envuelta en una toalla para romper el hielo y me la bebo despacio en una esquina, como quien reza un rosario.

Calor Lovecraftiano.

Ilustración del genial artista argentino Santiago Caruso.

3 comentarios:

toto dijo...

¿Qué pasó compañero? no se me caiga de la competencia, que lo que usted hace me parece muy bueno.
Un abrazo.
toto.

Mariana Delgado dijo...

monsieur indaburu,

como que lo encuentro. vaya si pasa el agua. ¿seremos amigos, finalmente? usted por lo visto se ha convertido en artista; yo, fíjese, ahora soy arista. ¿qué le parece?

un abrazo,
mariana.

Andrés Indaburu dijo...

La presencia de elementos como yo en la Selva Lacandona o cualquier comunidad campesina no es la solución, sino el problema.

Si a eso le añadimos el que vivir frustrado no es vivir, esa es la razón por la que ahora soy lo que soy, si es que soy algo.

Y efectivamente, ha llovido mucho, no tanto como quería, pues recordarás cuánto me gusta que llueva.

¿Sigues viviendo en Tenochtitlán?