viernes, 14 de septiembre de 2007

PISAGUA EN LA RAZON




Esta es la reseña sobre Pisagua que salió en La Razón.
Temo que estoy haciéndome repetitivo en ciertas frases.
Algo que mejorar.

Los uniformes de la banda pertenecen al regimiento "Illimani". Fueron comprados por el gobierno boliviano a un mayorista que compraba material de saldo al ejército francés después de la derrota de Napoleón III . De ahí que los músicos vayan vestidos de mamelucos, con anchísimas bombachas blancas al estilo Zuavo, turbante con cubrenuca y medialuna y zapatos azules y que el morrión del guaripolero esté rematado en piel de leopardo.
La calavera es una referencia más que obvia, y también un homenaje a José Guadalupe Posada. Pero el dibujo salió solo. No tenía planeado hacerlo así.





PISAGUA, LA HISTORIA EN CLAVE DE COMIC


Andrés Indaburu es un paceño radicado en Barcelona. Una faceta de la Guerra del Pacífico se hace himno de fe en sus viñetas.


Hace 15 años, Andrés Indaburu paseaba por la plaza Pérez Velasco y “me topé con el libro Pisagua de Alcides Arguedas en uno de los quioscos de los libros usados”. Era una edición de color naranja pálido, con la carga de los Colorados en la portada. “Con el libro en la mano me fui a tomar café a La Resolana y me tomó algo más de media hora terminar con la novela, en realidad es un relato largo o una novela muy corta que releí una y mil veces”. Había algo en la novela “tan inocente, cándido incluso, que me conquistó”. No hay que olvidar que fue la primera novela que escribió Arguedas, cuando era muy joven, dice Indaburu que ahora tiene su propia Pisagua: “La historia del pobre estudiante con el corazón destrozado, que muere en una gélida playa peruana, parecía algo sacado de una de esas tarjetas postales románticas antiguas que tienen las abuelas en sus cajones. Demasiado como para no pensar en ella como el guión de un cómic o una película de esas que te hacen llorar”.
Dibujante, Indaburu radica en Barcelona (España), adonde llegó el 9 de septiembre de 1999, “siguiendo a la que entonces era mi novia y que ahora es mi esposa”. El 2004, la pareja visitó Bolivia; “nos encontramos con la situación patas arriba después de la Guerra del Gas. Fue entonces que empecé a pensar de nuevo en Pisagua, al constatar la amarga herencia que la Guerra del Pacífico nos dejó a los tres países, probablemente para siempre”. De retorno en Barcelona, las canciones sobre el mar aprendidas en el colegio resonaban en la cabeza del joven emigrado. Había que exorcizar esos sentimientos, y el recurso de la novela gráfica salió al paso.
La obra le tomó más o menos cuatro años. Son seis capítulos y un epílogo: “los dos primeros años se fueron en investigación de fuentes escritas y fuentes gráficas. No exagero si digo que es un trabajo de investigación milimétrico, que ha contado con el valioso apoyo de historiadores peruanos y chilenos, por cuanto Pisagua es y ha sido un trabajo de integración”.
Pisagua es la tragedia de un joven capitán del Batallón Victoria atormentado por su pasado. Es la historia de un pescador peruano arreado a filas cuyo único anhelo es conocer a su hijo recién nacido. Es la historia de un voluntario chileno del batallón Atacama que ve morir a su único hijo en las arenas peruanas. Es la historia de un yatiri convertido en soldado que profetiza su propia muerte. Es la historia de un coronel que ha dejado de creer en Dios pero no en la humanidad, y es la historia de muchos otros cuyas vidas y muertes convergieron la mañana de Todos Santos de 1879, en una triste bahía del Pacífico Sur.
La novela se publicará en Perú, Chile, Bolivia, Argentina y Barcelona. El autor desea llegar a escolares, adolescentes, jóvenes, advirtiendo que no es un relato patriótico ni un texto de historia ilustrada, “sino una visión del conflicto dentro de su dimensión humana; una historia antibélica de valor, amistad, perdón y muerte; un lamento por los caídos, pero también un canto de esperanza”.

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