Llevo mucho tiempo sin escribir porque he estado haciendo multitud de cosas.
Entre ellas, entrar y salir de distintos virus y alergias, iniciarme en el fascinante mundo de la construcción de cometas japonesas ( estos últimos días han sido días de viento y borrasca,) trabajar a conciencia en Pisagua y rememorar mi primera infancia en las películas de romanos que han echado en la tele por semana santa.
Mi hijo se lo pasó mejor que yo. Como no estoy dispuesto a someterlo a la sádica simbología católica a la que yo fuí sometido, me enorgullece poder asegurar que no ha tenido que soportar esas gélidas tardes que yo pasé en mi infancia, colgado de la mano esquelética de una abuela que me daba caramelos rancios y me obligaba a tragarme en silencio toda la procesión de vírgenes llorando y cristos flagelados, sufrientes, cruficicados y vaya uno a saber qué más hasta quedar con el estómago hecho un nudo.
Dormir en su casa era como dormir en un cementerio. La de pesadillas que tuve en las que me crucificaban a mí o yo crucificaba a alguien o me sangraban las manos o se me aparecía la virgen llorando sangre y sufriendo por pecados que yo todavía no había cometido. Incluso recuerdo aquella terrorífica tarde de otoño en la que encontré un cilicio en el armario de mi abuelo mientras buscaba sus guantes para disfrazarme de vaquero. Vamos, que gran parte de mis neuras se las debo a la fé de mis mayores.
En lugar de ello, la protestantísima madre de mi hijo ( que afortunadamente tampoco es practicante y en ocasiones hace gala de una lógica exageradamente Kantiana) , llenó sus días de conejos de chocolate, huevos de Pascua e imágenes bucólicas y amables. En todo el puente de Semana Santa, Gabriel no ha visto ni un sólo crucificado, ni un solo flagelado, ni una virgen llorando con el corazón atravesado por siete sables, ni un misterioso encapuchado portando un cirio gigantesco. ! Chúpate esa Ratzinger!
Eso sí, yo me he puesto morado de pelis de romanos, Espartaco, Ben Hur, La Túnica Sagrada, Barrabás, incluso una que otra escena de Gladiator haciendo zapping, y la versión doblada en catalán de "El Reino de los Cielos". Esa película me encanta. Especialmente Eva Green, que me transporta a la estratósfera cada vez que la veo. Me quedo como un adolescente con la mirada de borrego y la boca abierta. Igual que cuando salía de la Cinemateca enamorado hasta los tuétanos de Jean Seberg, de Isabelle Adjani, de Julie Delpy o de Beatrice Dalle y el trance no se me pasaba hasta que me veía la siguiente película y me enamoraba de la siguiente co protagonista.
En fin, que me he visto un par de buenas películas, y que empieza la primavera. Y que a fin de mes tendré algo de dinero, pero que con la película que tengo que traducir esta tarde, se me acaba el trabajo. Así que a partir del mes que viene habrá llegado el momento de echarse a temblar.
2 comentarios:
a veces te leo con gusto. me alegran los conejos. el viento sopla aquí mismo. un abrazo.
(no sé de dónde saca mi nombre esta cosa, y hasta mi foto)
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